En el mundo actual los estudiantes tienen que adquirir y desarrollar otras competencias éticas y cognitivas que sean mucho más flexibles y potentes que aquellas que ostentan actualmente.
Este es un hecho súper diagnosticado.
Edgar Morin afirma que los jóvenes de hoy deben aprender a medirse con los grandes desafíos existenciales que les esperan y disponer de otras competencias para que logren confrontarse con la complejidad e incertidumbre de una realidad en constante mutación.
Y nosotros señalamos que lo preocupante es que nuestros sistemas educativos son inadecuados y por ello no pueden responder a este trascendental reto. Hace ya muchas décadas que personas ilustradas en el tema vienen diagnosticando esa inadecuación.
Otros más han analizado el por qué de la insuficiencia de los métodos de enseñanza y de las estrategias de aprendizaje con los que se forjan las estructuras cognitivas y la formación ética de los niños y de los jóvenes en Colombia.
Y quizá en gran parte del mundo.
Y temo que la crisis económica, social y tal vez existencial que seguirá cuando pase la actual crisis sanitaria pondrá aún más en evidencia la validez de tales diagnósticos.
¿Qué significa flexibilizar?
Flexibilizar significa volver dúctil, maleable, elástico y permeable algo, algo que de por sí es rígido. Cuando se trata de un objeto no es muy difícil hallar alguna técnica para tal fin. Pero otra cosa muy distinta y no tan fácil sería flexibilizar una organización, la estructura cognitiva o la estructura psico-afectiva de un ser humano.
Para flexibilizar la estructura cognitiva de los estudiantes ciertamente habría que refinar algunos de los modos de proceder más exitosos del pensamiento lógico-convergente y expandirlos al máximo.
Pero,
Esto sería necesario pero no suficiente. Con niños y jóvenes es de vital importancia introducir otros modos alternativos de enfocar y pensar los fenómenos y los problemas del mundo contemporáneo.
Nadie se atrevería a negar que gracias a las formas de proceder del pensamiento lógico-convergente se han logrado producir ingentes y maravillosos conocimientos y objetos, que le han permitido al hombre colonizar casi todos los ámbitos de lo real.
Pero también es cierto que tales formas de pensar han dejado al desnudo no sólo sus insuficiencias éticas y cognitivas, si no, lo que es muy preocupante, han dejado al desnudo la inhumanidad de ese tipo de pensamiento, y a fin de cuentas la miseria misma del espíritu humano.
Hay que subrayar enfáticamente que sin esculpir éticamente el espíritu de los niños y jóvenes de hoy tampoco sería factible flexibilizar sus estructuras cognitivas. Al mismo tiempo habría que reposicionar éticamente al sujeto:
Frente a la naturaleza, la cultura, la política, la sociedad, el conocimiento y sobre todo frente a la vida misma.
Es crucial entonces enseñar a los niños y jóvenes a que aprendan a auto-pensarse y auto-percibirse como sujetos éticos, naturales, sociales y culturales.
Hoy más que ayer es vital que los padres, maestros y profesores reaprendan a educar y a enseñar, para que los estudiantes, ellos mismos, aprendan de modo más riguroso, ético y flexible
¿Por qué?
Porque en el estado actual de cosas y las que vendrán sólo ellos podrán llegar a romper muchos de los esquemas preestablecidos: sólo ellos podrán derrumbar muchas de las supuestas certezas y cegueras con las que nos educaron a todos nosotros.
¿Y qué hacer ante semejante problemática?
En casi todos los ámbitos sociales hay muchos cambios que hacer. Los más urgentes e importantes son ciertamente los cambios relacionados con los diversos ámbitos educativos. Entre ellos el más delicado tiene que ver con la introducción en la familia y en la Escuela de otros modos de sentir, proceder, pensar y enfocar los conocimientos y los problemas.
Para ello considero que habría que abrirle las puertas a los modos de proceder o pensar que impulsa el pensamiento divergente.
La educación de hoy debería refundarse en una sabia combinación de los modos de proceder del pensamiento lógico con los modos de proceder del pensamiento divergente.
Ello traería,
Lo digo casi sin duda, la reestructuración de la inteligencia, pues se lograría dotar la estructura cognitiva de niños y jóvenes de categorías, conceptos, definiciones, reglas y estrategias de pensamiento más flexibles, rigurosas y éticas.
No negamos que muchos de los modos de proceder del pensamiento lógico-convergente son muy potentes, pero de cara al mundo contemporáneo y a los problemas que tenemos que resolver son insuficientes. Complementar la formación de niños y jóvenes con algunas estrategias, reglas y principios con los que procede el llamado pensamiento divergente sería de suma importancia.
La idea de la complementación consiste en poner en marcha en los procesos de formación científica y humanística de los estudiante una nueva serie de categorías, principios, conceptos, definiciones y reglas lógicas, cuyo fin último sería promover la emergencia de una estructura ético-cognitiva flexible, mas rica que la estructura prevalente.
En síntesis,
Se postula que los estudiantes así formados podrían reenfocar, replantear y resolver problemas tan inciertos y complejos como los de hoy, y otros más que más temprano que tarde tendrán que enfrentar.
Así, la tesis que defendemos aquí es que complementando la educación con los modos de proceder del pensamiento divergente los niños y jóvenes serían mucho más creativos y aprenderían a pensar de otro modo las cosas, generando así nuevas conexiones para ir también tras las soluciones menos evidentes: he aquí una de las banderas de las batallas del pensamiento divergente.
¿En qué residen las deficiencias del pensamiento lógico-convergente?
Entre otras más, reside en que él opera por asociación con el contexto de los problemas o de las teorías, y por ende está sujetado por los paradigmas o teorías que dominan esos contextos. Es decir, para proceder racionalmente el pensamiento lógico-convergente se apoya en paradigmas fijos o ya preestablecidos, que justamente no dejan ver otras opciones.
Y luego ordena aplicar estrictamente tanto sus métodos de razonamiento, también preestablecidos (deductivo, inductivo, reglas lógicas de razonamiento, etc.), como sus conocidos procedimientos de verificación deterministas que buscan conectar con automatismos.
El pensamiento divergente también procede racionalmente, pero propone otras alternativas que también son racionales: por ejemplo, pensar con y contra los paradigmas del contexto del problema.
Al igual que el pensamiento lógico-convergente, también se apoya en la experiencia, pero su análisis o exámenes de los fenómenos no están amarrados necesariamente a las categorías binarias o lógico-convergentes, ni tampoco a las experiencias que hasta ahora están ligadas a ellas: el pensamiento divergente enseña que antes de pensar hay que interrogar y criticar toda categoría de análisis, concepto o noción.
Es decir,
Enseña que ante los problemas hay que buscar cómo cambiar de perspectiva o enfoque, con el propósito de crear otras distinciones y otras categorías de análisis que refuten o aseguren la validez del conocimiento, o que al menos orienten al sujeto en la búsqueda de otras alternativas o de otras posibilidades de solución de los problemas o situaciones. Así, el modo de proceder del pensamiento divergente acentúa y amplifica las competencias racional, ética, crítica y creativa.
El pensamiento divergente reeduca ética y cognitivamente al estudiante para que aprenda a luchar contra la contradicción y el conflicto.
De modo que en lugar de recusarlos per se, busque estrategias de pensamiento que le permitan aprovechar sus apariciones, tanto en el orden del conocimiento como en los ordenes ético y existencial: o sea en los ordenes de afirmación de la vida.
Bien complementados y usados, los modos de proceder del pensamiento divergente podrían conducir a nuestros niños y jóvenes a que aprendan a ir tras lo menos evidente. Es decir, los impulsa a que reaprendan a visualizar la complementariedad del pensamiento, de lo diverso y la riqueza que puede haber en la emergencia de las contradicciones, en el encuentro con el otro y con lo otro. Algo que a muchos adultos nos quedaría muy difícil, aunque ciertamente no imposible.
Pensamiento divergente y pensamiento creativo no son diferentes. El pensamiento creativo es uno de los hijos del pensamiento divergente. El primero lleva al segundo, y el segundo refuerza al primero.
Se habla mucho de la creatividad, del pensamiento creativo. Es verdad que la creatividad es algo que urge en todos los ámbitos científicos, humanos, sociales, organizacionales y culturales.
La complejidad de los problemas que enfrentamos y que habremos de enfrentar nos desborda en gran medida. Pero descargamos esa responsabilidad en los niños y jóvenes que vienen detrás de nosotros. En verdad gran parte de esa responsabilidad también es nuestra y del Estado.
¡De nosotros depende ahora!
Las familias, la Escuela y la sociedad les tienen que dar las herramientas cognitivas, éticas, estéticas, políticas y filosóficas necesarias para que ellos puedan asumir semejante reto. De lo contrario, creo que estaremos frente a un gran abismo, posiblemente insoslayable.
Claro que la historia gusta de confrontar al hombre con tales abismos, y siempre han aparecido alternativas
¿Pero el asunto es que ahora no se ven? El capitalismo financiero y la poderosa mano invisible del mercado no muestran nada que sea viable. Las ideas utópicas no existen hoy, ¡o al menos no nos muestran su rostro!
Impacta que en un mundo lleno de creatividad científica y cultural se predique por todos lados la necesidad de crear programas educativos, formales e informales, que desarrollen la creatividad de la gente.
Sin duda eso no dejará de parecernos muy extraño y paradójico. Cuando se habla mucho de algo hay, creo yo, una gran confusión. Se cree que todo depende de la creatividad o de la imaginación: sin duda la creatividad depende de la imaginación, pero no estrictamente. Se piensa que la imaginación es como el trigo ancestral que brotó espontáneamente. Es porque se ignora todo el trabajo del azar, así como todos los procedimientos de adaptación-selección que hubo de realizar la naturaleza para que el hombre pudiese obtener ese maravilloso regalo.
Detrás de una poderosa imaginación se tiene el espíritu crítico de un desviante.
Alguien que haya en sí mismo y en algún lugar el valor para crear, confrontar y romper con los valores, creencia, ideas, experiencias, lógicas y modos de proceder del pensamiento que dominan una época o cultura. Un desviante es alguien que se atreve a romper con muchos de los paradigmas que parasitan su cultura o su época, tanto a nivel existencial, como a nivel cognitivo, cultural o social.
Raúl Gómez Marín.
Asesor pedagógico de INVENTÓPOLIS.
Magíster en filosofía de la ciencia y en matemáticas puras de la Universidad Sorbona, París Francia. Con más de 35 años en el mundo de la docencia y un gran número de investigaciones y publicaciones académicas.
Apasionado por la lectura, los viajes y las caminatas en la montaña.
Comments